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El ejercicio y el intestino influyen en el cerebro

La actividad física siempre ha sido relacionada con un mejor desempeño cerebral.

Se han realizado varios estudios donde se comprueba que el ejercicio aeróbico es capaz de mejorar la función cognitiva, el volumen cerebral del hipocampo, el aprendizaje y la memoria.


El ejercicio también es capaz de mejorar la plasticidad y la salud cerebral.


¿Cómo se relaciona el cerebro y el estómago?


¿Alguna vez has sentido mariposas en el estómago?, esto se debe a la cercana relación que tiene el cerebro y el sistema digestivo.

Aunque no lo creas el tracto digestivo cuenta con una red neuronal de 100 millones de neuronas que se conectan con el cerebro, es por eso que comparten tantas funciones.

Por otro lado se ha descubierto que el microbioma (número de bacterias que viven en el organismo y sus genes) que tiene cada persona es capaz de determinar la producción de sustancias que funcionan como neurotransmisores en el cerebro.

El microbioma puede ser modificado por varios estímulos externos, se ha relacionado a la microbiota con ciertas enfermedades, algunas de ellas aumentan la inflamación sistémica y afectan también al cerebro.


Es por esto que si quieres mantener tu cerebro saludable, es necesario también cuidar la microbiota de tu intestino.


Tips para cuidar tu cerebro

  • Realiza actividad física aeróbica, con una frecuencia de 5 veces a la semana.

  • Siempre agrega verduras a tus preparaciones.

  • Aumenta tu consumo de alimentos ricos en ácidos grasos omega 3 como pescados, salmón, chía, atún, sardinas y yema de huevo.

  • Prefiere las verduras y frutas de colores vivos como jitomates, zanahorias, pimientos, fresas, moras, zarzamoras, perejil, espinacas, brócoli, etc. ya que son ricos en antioxidantes.

  • Evita exposición a elementos que dañen tu microbioma: antibióticos, anticonceptivos, tóxicos ambientales, alimentos transgénicos, aditivos y colorantes.

  • Aumenta tu consumo de agua.

  • Disminuye el consumo de carbohidratos y mejora tu consumo de prebióticos: en verduras como ajo, cebolla, alcachofa, esparrago, lentejas, cereales de tipo integral y frutas ricas en fibra como tomates, plátano, melón, manzana, etc. para alimentar a tus bacterias intestinales.

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